El pueblo argentino, sin distinción de banderías, despide a un gran demócrata, a un verdadero estadista y a un republicano cabal.
La espontánea y conmovedora movilización popular es a la vez una despedida al ciudadano ejemplar y el reconocimiento a los valores que encarnó y que están ausentes de la vida pública nacional en la Argentina de hoy.
Alfonsín será por siempre paradigma de respeto a las instituciones, a la ley y al Estado de Derecho, de tolerancia, de diálogo, y sobre todo de decencia y probidad. Ese es su legado.
La sociedad parece reconocerlo. Ojalá lo reconozcan nuestras autoridades y dirigentes.