El Peligro del Pensamiento Unico


En los últimos días hemos vivido un in crescendo en los actos de intolerancia hacia la prensa y cualquier expresión de pensamiento crítico con relación al gobierno. La intolerancia a la diversidad e independencia de opiniones, el escrache personalizado a cualquiera que opina distinto, la descalificación desde el discurso oficial, los medios públicos y aquellos que sobreviven gracias a la publicidad oficial discrecional han sido una nota distintiva de la gestión kirchnerista desde el 2003.

Lo novedoso es la concentración de episodios que van desde los afiches que escrachan a algunos periodistas, la incursión de las patotas en la Feria del Libro, hasta una parodia de juicio y condena que no sólo es una afrenta a los periodistas, sino a toda la sociedad. ¿Hemos olvidado la tragedia que significó que grupos de iluminados se creyeran con derecho a juzgar y condenar por fuera de los tribunales de la República?

La presidenta y su esposo creen que introducir sus diatribas y ataques diciendo «Con todo respeto» les quita el carácter de escrache, disimula el insulto, disminuye la gravedad del ataque y la acusación. Se equivocan. Evidentemente no entienden lo que es el respeto y la tolerancia democrática.

Respetar los derechos humanos (éstos son también derechos humanos) de libertad de expresión, de opinión, de pensamiento, de prensa, de información implica un compromiso con una democracia plural que no se satisface iniciando cada ataque a esas libertades con la frase «Con todo respeto».

La pluralidad de ideas, el debate tolerante y civilizado, la existencia de fuentes alternativas de información, el respeto a las minorías son los principios esenciales de una democracia moderna y están reconocidos en la Constitución como pilares del Estado de Derecho. Desde el regreso a la democracia en 1983, los argentinos habíamos avanzado en esa dirección. Ese proceso de aprendizaje social se ha visto interrumpido en la gestión kirchnerista que, con su lógica amigo-enemigo y su insistencia en profundizar y crear divisiones, ha contribuido a la cancelación del diálogo y su reemplazo por la confrontación permanente.

No lograremos consolidar la democracia desde la intolerancia y la descalificación. Es responsabilidad de la dirigencia, pero también de los ciudadanos, recuperar el debate civilizado, la aceptación de que podemos pensar distinto sin ser enemigos. Como expresa la convocatoria de Poder Ciudadano: «Estemos de acuerdo en no estar de acuerdo».

El pensamiento único es incompatible con la democracia y la libertad no sólo de los periodistas, sino de todos y cada uno de los ciudadanos. Es necesario que la sociedad advierta que los ataques oficialistas a periodistas y medios son la antesala de la imposición del silencio de todos. La historia muestra con claridad a qué conducen estos escraches.

Argentina no puede permitirse volver a transitar el camino en el que el gobierno de turno es quien determina qué se puede pensar, qué se puede leer, qué se puede escuchar, qué se puede ver, qué se puede decir, quién puede expresarse y por qué medios.

Con todo respeto, esos tiempos ya están superados en Argentina.

Publicado en El Estadista, Buenos Aires 6 al 19 de Mayo de 2010