A continuación mi columna para EL ESTADISTA, Nº 28, que salió hoy.
No fue publicada por ser «excesivamente dura».
En el mundo se debate sobre la utilización de las nuevas tecnologías como instrumento de participación política y se evalúa el peso real de las redes sociales en las rebeliones del Norte de África. En algunos países, se consagra el acceso a Internet por banda ancha como un derecho exigible y garantizado a todos. Mientras eso sucede en los países que miran al futuro y tratan de ponerse a tono como las exigencias de la sociedad de la información, en Argentina -como el cangrejo- vamos para atrás. Ya no se trata sólo de mirar por el espejo retrovisor, ahora vamos marcha atrás.
El bloqueo como forma de impedir la circulación de los dos diarios de mayor tirada en el país se inscribe en ese retroceso. Lo que está en juego no es el derecho de los medios como empresas. El sábado 26 de marzo nos bloquearon a todos, leamos a no La Nación o Clarín. Un grupo de personas, que en los reportajes no sabían ni siquiera decir qué hacían o porqué lo hacían, aplicaron la más burda de las censuras con el aval de la pasividad de las autoridades. Se atribuyeron el derecho de decidir qué se leería el domingo.
Las autoridades tan rápidas y dispuestas para twitear o abrir la carga de un avión de Estados Unidos desaparecieron en la ocasión. Nadie dijo nada. Peor aún. Nadie hizo nada hasta que el objetivo se cumplió: impedir la circulación de Clarín que, a la sazón y sólo por casualidad contenía una nota de investigación sobre el patrimonio del Secretario General de la CGT, aliado del gobierno.
La justicia había ordenado en sendos amparos un par de meses atrás que la policía debía intervenir para evitar que bloqueos de este tipo impidieran la circulación de la prensa. La Ministra de Seguridad había sido notificada personalmente de la medida, pero en Argentina lo que resuelve la Justicia ha dejado de tener importancia para el gobierno, lo cual suma otro motivo de alarma.
La existencia de un gobierno para quien el Poder Judicial no es nada más que una dependencia de segunda línea supone un riesgo tremendo para la libertad de los ciudadanos. No sólo para la libertad de expresión e información, sino para todos y cada uno de los derechos. Frente a la arbitrariedad de los poderosos y sus seguidores, los ciudadanos de a pie tenemos la última garantía de la Justicia, al menos en los países donde el Estado de Derecho es algo más que un slogan de campaña. ¿Qué nos queda si el gobierno desoye las órdenes judiciales?
Algunos han sostenido que el bloqueo de Clarín perjudica al gobierno. Lamentablemente tengo mis dudas. Los atropellos a las libertades han tenido en el desinterés ciudadano por los valores republicanos el mejor caldo de cultivo. ¿Advierte la mayoría de la ciudadanía la gravedad de lo sucedido? Mi impresión es que no.
El gobierno avanza a paso lento pero sin pausa en la construcción del pensamiento úniKo, El que no concuerda con el famoso relato kirchnerista se transforma en enemigo. El que informa sobre lo que el gobierno oculta es perseguido. El medio que tiene una línea editorial crítica es bloqueado. La publicidad estatal se usa como forma de censura indirecta. Los medios públicos pasaron a ser primero del gobierno y ahora del kirchnerismo. El siguiente paso será publicar el listado de lo que podemos leer, de lo que podemos ver y escuchar.
El bloqueo a los medios es parte de un proceso. No puede sorprendernos que esto suceda cuando los libros de texto del gobierno bonaerense enseñan que bloqueos, piquetes y escraches son formas de participación ciudadana. No puede sorprendernos cuando la Facultad de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata le otorga a Chávez un premio por la comunicación popular. ¿Será que los futuros periodistas piensan que cerrar medios, perseguir periodistas, aplicar la censura y controlar la información es el nuevo paradigma de la libertad de comunicación?
El proceso es lento, pero inexorable. Sólo una ciudadanía activa y vigilante puede contener el avance. Si no reaccionamos a tiempo, lo que está en juego es la propia libertad.
Es necesario advertir que el bloqueo a Clarín y La Nación no son hechos aislados, sino eslabones de una estrategia que lleva al ejercicio autoritario del poder, con la complacencia de unos, el miedo de otros y la indiferencia de muchos. No permanezcamos callados. El domingo nos bloquearon a todos.